INTRODUCCIÓN
Autores
Equipo de investigación, Instituto Cuesta Duarte

Los cuidados como derecho, pilar de bienestar y desafío para las políticas públicas

El trabajo desarrollado por Piñeiro (2022)Piñeiro, Viviana. Género y bienestar en Uruguay: los cuidados en el centro (en línea). Tesis de grado. Montevideo: Udelar. FCS, 2022., brinda un completo y abarcativo análisis del proceso de emergencia conceptual y especificación de los cuidados. Es especialmente claro en relación a las dimensiones que el concepto integra, su vínculo con las estructuras sociales, políticas y económicas de los estados modernos, y las diferentes formas de respuesta que han encontrado las problemáticas, que su abordaje crítico busca evidenciar.

Siguiendo esa sistematización histórica, podemos establecer con claridad que a  mediados del siglo XX, y en el marco de la segunda posguerra, el Estado de bienestar surgió como una perspectiva político-institucional que buscó lograr una articulación conciliadora entre la democracia liberal (en tanto sistema político dominante), el capitalismo industrial (como régimen de producción y distribución dominante de bienes y servicios) y una estructura social organizada con centro en el trabajo remunerado y su distribución social. De esta manera es que, con mayor o menor grado de desarrollo y universalidad, se abrió paso una forma estatal que generaba respuestas complementarias a las tensiones emergentes en la intersección de la vida familiar y productiva, condicionadas por la participación generalizada de las personas en el mercado de trabajo y la vida cívica. Sin embargo, tal como reflexiona la autora en ese mismo trabajo, los estados de bienestar de posguerra se estructuraron sobre un conjunto de premisas específicas, entre las que se ubica la división sexual del trabajo, que posteriormente dejaron de tener validez en la realidad. Con la crisis de sus premisas, los estados de bienestar evidenciaron sus limitaciones.

Los mercados de trabajo estables, de base amplia y estructuración vertical, comenzaron a verse cuestionados con la desindustrialización, la fragmentación y deslocalización de los procesos productivos, así como también por la inestabilidad económica, derivando en mercados de trabajo y trayectorias laborales precarias e inestables. Al mismo tiempo, la división sexual del trabajo, con las mujeres relegadas al trabajo no remunerado, se vio cuestionada por el incremento de la participación laboral femenina en el frente remunerado. A esto hay que agregar las tensiones que genera la transición demográfica, que eleva el número de personas que demandan tareas de cuidados, sumando a las infancias un creciente contingente de personas en situación de dependencia (personas mayores y con discapacidad que requieren de cuidados y/o apoyos). Todo esto hace evidente la progresiva "emergencia de los cuidados", así como la necesidad de discutir su organización social.

En el caso uruguayo, según estimaciones realizadas por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en 2019Oficina de Planeamiento y Presupuesto. Hacia una Estrategia Nacional de Desarrollo, Uruguay 2050. Escenarios Demográficos Uruguay 2050. Presidencia de la República, 2019., mientras ese año el porcentaje de personas mayores de 65 años no alcanzaba al 15% del total, para el año 2050 las proyecciones –tanto de mínima como de máxima- arrojan que dicho porcentaje rondará el 25%. Al mismo tiempo, cabe señalar que la población económicamente activa aumentó, pasando de poco más del 50% de la población en edad para trabajar en 1981, al entorno del 65% en 2019. Este incremento se dio casi exclusivamente a impulso de la creciente participación de las mujeres en el mercado laboral, quienes pasaron de tener una tasa de actividad cercana al 35% en los 80, a una que se ubica entre el 55% y el 60% a fines de la década de 2010 (OPP, 2019).

La emergencia de los cuidados también refiere a la necesidad de dar respuesta, por parte de los estados contemporáneos, a las inequidades que genera la división sexual del trabajo y las desventajas que esto supone para las mujeres. La división sexual del trabajo constituye la principal limitación para la participación efectiva de las mujeres en el mercado laboral remunerado y en general, en la vida productiva, económica, social y política. Asimismo, la desigual distribución del trabajo no remunerado –entre el que destaca el tiempo de trabajo destinado a los cuidados- entre varones y mujeres, en un contexto de aumento de la participación de las mujeres en el mercado de trabajo formal, conduce a que recaiga sobre éstas, un mayor volumen de trabajo total.

La última encuesta de uso del tiempo, desarrollada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) entre finales del 2021 y comienzos del 2022, muestra claramente, la desigual distribución de la carga de trabajo no remunerado entre varones y mujeres en nuestro país. Mientras los primeros dedican un promedio de 20,6 horas semanales a tareas vinculadas al trabajo no remunerado, las mujeres destinan 34,4 horas a éstas; de manera que el trabajo no remunerado representa alrededor del 61% de la carga total de trabajo en las mujeres y solamente 36% en el tiempo total de trabajo de los varones. Esta mayor carga absoluta y relativa de trabajo no remunerado que realizan las mujeres no es compensado por una mayor cantidad de tiempo promedio de trabajo remunerado por parte de los varones, de manera que la carga de trabajo total en las mujeres es mayor (INMUJERES-MIDES, 2022)Ministerio de Desarrollo Social, Instituto Nacional de las Mujeres. Encuesta sobre uso del tiempo y trabajo no remunerado. 2023.

Este sesgo de género en el trabajo no remunerado es aún más marcado si nos enfocamos exclusivamente en el desarrollo de las tareas de cuidado. Según los datos de la misma encuesta, la participación de las mujeres en el cuidado de personas en situación de dependencia dentro del hogar asciende al 46% contra un 32% para el caso de los varones. Mientras para el trabajo no remunerado en general la diferencia entre la tasa de participación de las mujeres respecto a los varones alcanzaba en 2022 a 10,5%, en lo que respecta al cuidado de personas en situación de dependencia la brecha entre las tasas de participación trepaba al 13,4% (INMUJERES-MIDES, 2022)Ibídem..

El impulso de las perspectivas feministas en la discusión de la economía política así como la creciente emergencia de los cuidados y la conciencia de su déficit, han sido un escenario propicio además, para evidenciar el rol económico que tiene el trabajo no remunerado (y entre ellos el trabajo de cuidados) en la riqueza generada por nuestros países. Según la CEPAL, el trabajo no remunerado representó en 2022 entre el 16% y el 25% del producto bruto interno de la región, del cual el 75% fue aportado por las mujeres que hacen frente a dichas tareas (CEPAL, 2022)Comisión Económica para América Latina y el Caribe. La sociedad del cuidado: horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género. 2022..

Todo lo anterior nos permite arribar a una serie de conclusiones primarias que justifican la jerarquización de los cuidados en la agenda política del movimiento sindical:

En primer lugar, que los pilares en los que se sustentaban las políticas de bienestar en el marco del diseño de los estados de bienestar de posguerra atraviesan una crisis de larga data; mostrando crecientemente sus limitaciones para sostener las respuestas públicas a los derechos sociales que originalmente pretendieron desmercantilizar de manera relativamente universal.

Que como parte de ellos, la división sexual del trabajo constituye una limitación para el desarrollo pleno de las mujeres, sus proyectos de vida y su participación en condiciones de equidad en la sociedad.

Que por ende, en tanto el relegamiento de los cuidados al mundo privado no solo no está pudiendo dar respuesta a la creciente demanda sino que normativamente constituye la base de importantes desigualdades de género, es necesario su abordaje desde la perspectiva de la reorganización social y de género de los cuidados.

Y que para ello debe incorporarse a la discusión de las perspectivas de desarrollo y la planificación de políticas públicas, la economía del cuidado como sector de alta importancia productiva para las sociedades, en donde debe considerarse la interacción del Estado, el sector privado, las comunidades y las familias.

Estas conclusiones primarias han empujado a ampliar la perspectiva del bienestar, antiguamente sostenido sobre tres pilares (salud, educación y seguridad social), incorporando a los cuidados como un cuarto pilar. Perspectiva que en nuestro país es recogida en el marco de la discusión de las políticas públicas, concretamente en el diseño del Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), que pretende avanzar en ese sentido desarrollando acciones que articulen al Estado, al mercado, a las familias y a la comunidad (Piñeiro, 2022).

Finalmente entonces, tal como destaca Batthyány, para superar el desafío de la crisis de los cuidados teniendo en cuenta las consideraciones planteadas, las respuestas desarrolladas deben abordar el tema desde cuatro perspectivas: desde la perspectiva económica, reconociendo el valor económico de los cuidados; desde la perspectiva del bienestar, asumiéndolo como un cuarto pilar del mismo; desde la perspectiva de los derechos, de quienes se benefician del cuidado, de quien cuida y de quién no quiere cuidar, tanto en forma remunerada como no remunerada; y desde la perspectiva ética, del cuidado como actividad social (Batthyány, 2020)Batthyany, Karina (coord.). Miradas latinoamericanas a los cuidados. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO; México DF: Siglo XXI, 2020..

Esta revista pretende ser un aporte para reimpulsar la priorización de los cuidados desde las políticas públicas. Pretende promover el debate de la temática desde una perspectiva de derechos humanos y ampliación democrática; así como aportar al reconocimiento de la importancia que puede tener para todo ello el diálogo entre el sistema político, la academia, los actores sociales y los espacios de negociación colectiva.

Negociación Colectiva

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